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jueves, 22 de noviembre de 2007

McLaren: de ser el equipo de Senna, a ser un equipo de pena

Los años pasan en McLaren...

Es sorprendente la degradación que ha sufrido una escudería tan legendaria como exitosa en apenas una temporada. McLaren ha pasado, en el mismo tiempo que se tarda en disputar 17 Grandes Premios, de ser la escudería elegante y ganadora que merece estar siempre en lo más alto sólo por su pedigrí, a ser una escuadra tramposa e irrespetuosa que ha revolucionado la Fórmula 1.

Ron Dennis ha pasado de ser el valiente jefe de equipo con las suficientes agallas de meter en un mismo box a parejas tan impactantes como Lauda-Prost, Senna-Prost o Raikkonen-Montoya, a ser un absolutamente superado por la situación vendedor de igualdad inexistente. Aunque por alguna extraña razón, nunca antes había quedado tan en evidencia. Y si no que le pregunten sobre Ron a David Coulthard, o a Juan Pablo Montoya, o a Kimi Raikkonen, o…

Y es que si Bruce McLaren levantara la cabeza… Desde que fundara su propia escudería allá por el año 1963 (aunque su primera participación en Grandes Premios fue en Mónaco 1966), no se había visto nada parecido en un equipo de la talla de McLaren, que atesora en sus vitrinas más de 150 trofeos de victorias, 11 campeonatos del mundo de pilotos, y 8 de escuderías.

Pero para ser justos con la historia, fue la llegada de Ron Dennis a McLaren a principios de la década de los 80 lo que catapultó definitivamente a la escudería británica. Casualidad o no, con Dennis llegaron los años dorados de McLaren, en los que Niki Lauda, Alain Prost o Ayrton Senna hicieron grande la leyenda de este deporte en general y de la escudería de Woking en particular. Tal era el poder de McLaren a finales de los 80, que en la temporada 1988 se permitieron el lujo de ganar 15 de las 16 carreras de esa temporada. Claro, tener a dos monstruos como Senna y Prost al volante también tenía que notarse…

Senna con McLaren

Pero entramos en la década de los 90, y el testigo del dominio de la Fórmula 1 pasó a manos de Williams. Esos años fueron una travesía por el desierto para McLaren, que vio como iban pasando motores por la trasera de sus monoplazas desde la retirada de Honda en el 1992: Ford, Lamorghini, Peugeot… Hasta que en 1995 llegaron los motores Mercedes-Benz preparados por Ilmor. Los resultados tardaron en llegar, pero llegaron. En 1998 y 1999, Mika Hakkinen logró dos Campeonato del Mundo de pilotos, y parecía que McLaren volvía a estar en la cúspide.

Pero la década del 2000 iba a ser roja. Tan roja como 5 mundiales consecutivos de Michael Schumacher y Ferrari, y cada MP-x que salía de Woking era una nueva decepción. Por una cosa u otra, nunca llegaban a ganar. O faltaba velocidad, o faltaba fiabilidad, pero no había manera de encontrar la fórmula de la victoria. Hasta que con la llegada de 2007, llegó también Fernando Alonso.

La entrada del bicampeón del mundo de 2005 y 2006 al equipo, mostró la luz al final del túnel, y de golpe se aunaron velocidad y fiabilidad en el MP4-22. Además, el debutante Lewis Hamilton parecía ser un complemento perfecto, y el equipo parecía lanzado a lograr los campeonatos del mundo de pilotos y escuderías. Pero falló la gestión deportiva, y Ron Dennis dio al traste con una oportunidad única de volver a saborear el éxito.

Alonso en McLaren

Lo de este 2007 ha sido un revés durísimo en la imagen de McLaren, que por si fuera poco con la mala gestión de sus dos pilotos titulares, se ha visto envuelta en uno de los affaires más incómodos de la historia de la Fórmula 1: el famoso caso de espionaje. El mundo entero se ha mofado, burlado, reído, cachondeado de McLaren. Han sembrado un odio y una repulsa que jamás hubiera imaginado. Todo por mentirnos. Todo por engañar a la gente con su “principio de igualdad”.

Sinceramente, cuando oiga el nombre de McLaren, prefiero seguir teniendo en mi cabeza la imagen de ese monoplaza blanco y rojo-anaranjado en el que se podía apreciar el casco amarillo de un tal Ayrton Senna. Quizás los más “veteranos” optaréis por asociar McLaren a Niki Lauda, o a James Hunt, o a Emmerson Fittipaldi, o incluso a Denny Hulme, pero permitidme aclarar una cosa sobre el equipo de este 2007: “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”.



Visto en: Motorpasion.

lunes, 22 de octubre de 2007

Hamilton sí es el novato

Desde www.motorpasion.com hago copy&paste, fiel a mi estilo.



Dicen que está feo hacer leña del árbol caído, que alegrarse de las desgracias ajenas es un mal síntoma, pero si a principios de temporada, alabé a Lewis Hamilton por una carrera excepcional y donde demostró porqué ha llegado donde ha llegado, creo que también es justo hablar de él ahora que está donde está por méritos propios.

Y aprovechando el anterior post, creo que las mismas palabras (o casi) podrían valer para contar lo sucedido este fin de semana en el Gran Premio de Brasil. Digo que es el novato, porque ha sido él el que ha cometido errores de rookie, provocados por el piloto que salía por detrás, Fernando Alonso, con un MP-4/22 que parecía capado.

Primero lo ha demostrado en la salida, metiéndose en una batalla ilógica con los Ferrari, que han hecho una salida de equipo, con los papeles de cada uno definidos con precisión casi quirúrjica, para luego terminar de demostrar que su excesiva ambición y soberbia le han jugado una mala pasada, al calentarsele el morro cuando su compañero de equipo le ha adelantado de forma sublime.

En esa acción ha perdido toda opción de proclamarse campeón del mundo, en detrimento de Iceman, que ha hecho lo que tenía que hacer, sin preocuparse por lo que hacían los demás. El tenía que ganar y lo hizo, del resto ya se ocuparon en McLaren y el propio Lewis Hamilton.

Pero, ¿es todo culpa suya? Ni mucho menos, bastante tiene con ser el mejor novato de la historia, haber acabado como subcampeón del mundo en el año de su debut y de tener que lidiar (con o sin ayudas es tema aparte) con el campeón del mundo hasta el día de ayer, Fernando Alonso.

La culpa la tiene su mentor, su padrino, su jefe de filas, el patrón de su propio equipo, Ron Dennis. Este señor ha demostrado una total incompetencia para lidiar con los dos gallos que él mismo metió en su gallinero. Por un lado, no supo tratar al español como lo que era en el momento de su fichaje, el campeón del mundo. Pero, y creo que esto es aún más grave todavía, tampoco ha sabido gestionar la temporada de su pupilo. En lugar de dejarle un año de aclimatación a la categoría reina, se empecinó en conseguir a toda costa y cualquier precio que el genial piloto inglés se proclamase campeón de la Fórmula 1 en su primer año con la superlicencia en el bolsillo.

Dejar que toda la presión cayese sobre él, en la última carrera, con el título en juego, y con el aliento de dos grandes de la F1 contemporánea como lo son Fernando Alonso y Kimi Raikkonen a su espalda, es demasiada presión para un novato. Durante toda la temporada Hamilton ha demostrado ser un fuera de serie, pero cuando la presión ha llegado, los errores de novato le han hecho perder el campeonato. Y repito, bastante ha hecho con lo que ha hecho, hay que recordar que sólo es un novato (en el mejor sentido de la palabra).

Si en lugar de eso, el patrón de su escuderia le hubiese relegado al papel de segundón, dejando que se aclimatara a la categoría y al coche, el año que viene hubiesemos visto a un Hamilton campeón del mundo, arrebatándole el título de campeón más joven al asturiano. Digo hubiesemos, porque si el error del GP de China le ha pasado factura, perder el mundial en la última carrera con un fallo infantil puede marcar a más de uno, Hamilton incluido.

No es que me alegre de su derrota, pero sí me alegro de que el ganador con toda esta serie de infortunios sea la Fórmula 1, un deporte mermado esta temporada por todo tipo de sanciones, no sanciones, polémicas, espionajes y demás basura que lo habían manchado hasta tal punto que al final de cada carrera, se hablaba más de todo lo que sucedía al finalizar esta, que de la carrera en sí.

Y por último, también me alegro porque el asfalto del circuito es justo y pone a cada uno en su sitio. Repito, no me regocijo en el infortunio de Hamilton, pero sí lo hago por la incompetencia de Ron Dennis. ¿No querías igualdad? Pues toma, tus dos pilotos con 109 puntos en la clasificación y ninguno de ellos con el título de pilotos en sus manos. Apostar por un potrillo teniendo en el mismo establo un caballo ganador tiene sus consecuencias, y la más lógica es la que ha pasado, que te quedas con dos palmos de narices.